Sí, es cierto, nuestro país tiene muchos problemas en cuyas
soluciones sus ciudadanos tenemos que concentrarnos.
Uno de esos males que aqueja a nuestro Estado es la
debilidad de sus instituciones y el grado de infiltración y complicidad que ha logrado en
ellas el narcotráfico.
Otro es la corrupción pública y privada y el grado de
impunidad al que se ha llegado, situaciones ambas que van directamente ligadas.
Podría afirmarse que esos son dos de los peores cánceres que
afectan nuestro cuerpo social.
Sí, es cierto, nuestro país tiene otros problemas a los que también
prestarle atención. No hay dudas.
Sin embargo, también podría afirmarse que muchos de esos
otros males son resultado de la falta de compromiso histórico de nuestros
gobernantes y autoridades, ese entramado político-administrativo que se ha ido
forjando con el pasar de los años, y que se ha convertido en una estructura al
servicio de grandes delincuentes, simuladores, farsantes y oportunistas.
Si no se le extirpa esos cánceres a nuestra sociedad, sus
otros males no podrán sanar; muy al contrario, empeorarán, por grande y
decidido que sea el esfuerzo de sus mejores ciudadanos.
En este sentido, el caso Quirino y su destape en los medios
de comunicación debe ser asumido por la sociedad y sus mejores ciudadanos como
una gran oportunidad para empezar a extirpar las células malignas de esos
cánceres, hasta lograr extirparlos completamente.
No se trata de Leonel, de un grupito, o de otro.
Se trata de que los ciudadanos exijamos y a rajatabla una
investigación seria y profunda sobre las imputaciones que hace el señor
Quirino. ¿Hemos sido gobernados durante años por ciudadanos comprometidos con
el narcotráfico organizado? ¿Ha existido tal complicidad entre gobernantes,
autoridades y capos? ¿Cuáles gobernantes y autoridades? ¿Existen pruebas contundentes
que los incrimine? Si las hay, deben pagar sus culpas.
Pero todo eso solo podría ser el resultado de que la
sociedad y sus instituciones aprovechen esta coyuntura e impulsen la búsqueda
de respuestas.
Esas respuestas son las únicas que nos pueden ayudar a
extirpar esos cánceres.
Por eso, resulta preocupante escuchar las voces que claman
por la indiferencia. Esas voces que nos invitan a voltear la cara y cerrar los
oídos a las palabras del ex convicto.
Me suenan a voces, precisamente, de simuladores, farsantes y
oportunistas.
Pero no, señores, el pueblo ya los conoce.
A Quirino hay que tomarle la palabra.
Es imperante. La sociedad debe exigirlo. Que se investigue.
Y que caiga quien tenga que caer. Sea político o no político. Sea del partido
que sea, que al final son los mismos, pues todos se encubren sus fechorías.
Nuestro país tiene otros males a los que buscarle
soluciones, es cierto. El paciente cada vez empeora, a la deriva. Es palpable.
CjE
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