"No hay experimentos fallidos, sólo experimentos con resultados inesperados". Richard Buckminister-Fuller (1895-1983)
Métodos turbios
La historia de la experimentación
científica está plagada de investigadores de dudosa moral o sencillamente
deshonestos.
En 1938, un equipo de psicólogos
estadounidenses llevaron a cabo un estudio sobre "El egocentrismo en las conversaciones
adultas" pues querían saber cuán frecuentemente la gente se refería a sí
mismos cuando charlaban, pero sin que los sujetos supieran que los estaban
observando. Por ello, se ocultaron debajo de las camas en dormitorios de
estudiantes y grabaron sus diálogos. Además, escucharon a escondidas
conversaciones en salas de fumar, baños y hasta telefónicas.
El resultado mostró que 40% de lo
que la gente hablaba tendía a ser sobre sí mismos.
El estudio de R.D. Middlemist,
E.S. Knowles y C.F. Matter de 1976 sobre "La invasión del espacio personal
en los baños de hombres" involucró una cámara escondida en una pila de
libros que estaba en el suelo de uno de los cubículos y la filmación de una
fila de urinales por debajo de la mampara.
En 1942, el psicólogo Lawrence LeShan
trató de utilizar la hipnopedia (educación a través del sueño) durante un
campamento de verano para curar a chicos que se mordían las uñas. Grabó la
frase "mis uñas son muy amargas" en un fonógrafo que tocaba 300 veces
por noche. Uno de los niños parecía estar respondiendo positivamente, pero
después de 5 semanas, el fonógrafo se rompió.
Para continuar con el
experimento, LeShan se pasó las noches parado en el dormitorio de los niños
repitiendo la frase en vivo. Eso pareció ser más efectivo y LeShan cantó
victoria.
No obstante, hoy en día se piensa
que los chicos sencillamente estaban despiertos y aterrados por la experiencia,
y concluyeron que la única manera de lograr que LeShan los dejara tranquilos
era dejando de morderse las uñas.
Autoexperimentación
El artículo 5 del Código de ética
médica de Núremberg prohíbe el uso de sujetos humanos para experimentos médicos
cuando hay un "riesgo a priori de muerte". La única excepción a esa
regla es si el sujeto es uno de los investigadores.
Isaac Newton hizo experimentos insertando un cuchillo entre
el globo ocular y la cuenca de su propio ojo para estudiar el efecto de la
forma del ojo humano
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Gerhard Domack, laureado con el
premio Nobel, una vez se inyectó células cancerosas en su propio cuerpo para
probar que no era una enfermedad infecciosa.
Werner Forssmann fue la primera
persona en insertar un catéter en el corazón (un catéter es un tubo que se
inserta en el cuerpo para drenarlo). Fue su propio corazón. Tras insertar el
tubo y pasarlo a través de su brazo hasta su corazón, fue al departamento de
rayos X y se tomó una radiografía para probar que lo había hecho. El
experimento le costó su puesto pero lo hizo merecedor del Premio Nobel de
Medicina 1956.
La creencia popular en los años
40 era que el cuerpo humano no podía soportar fuerzas G mayores que 18g. John
Paul Stapp probó que era errada piloteando un trineo propulsado por cohetes,
aceleró a una velocidad cercana a la velocidad del sonido y luego se detuvo
abruptamente: se sometió así a más de 35g (35 veces la fuerza de gravedad) y
sobrevivió.
Sanctorius Sanctorius
Santorius Santorius era un
profesor de Padua-cuando ésta era gobernada por Venecia, en el siglo XVI- quien
durante 30 años se pesaba a sí mismo, así como los alimentos que consumía y sus
excrementos.
Para pesarse, se sentaba en una
plataforma suspendida del techo, y a menudo comía, trabajaba y dormía en esa
pesa.
Descubrió que su orina y heces
pesaban apenas una fracción de lo que la comida que ingería, pero que él en
todo caso seguía pesando lo mismo. Dedujo entonces que el resto del peso de sus
alimentos debía perderse a través de "transpiración insensible", es
decir, que salía con el sudor. Por ello creía que era vital no obstruir los
poros del cuerpo, pues era la manera en la que los desechos venenosos se podían
evaporar libremente.
Santorius estaba equivocado pero
lo importante es que se valió de observaciones y mediciones prácticas en vez de
sólo experimentos mentales.
Las heces pesan menos que la
comida que comemos porque el cuerpo quema mucho de lo que comemos para
mantenernos vivos. Los excrementos humanos normalmente son 75% líquidos y 25%
sólidos, y 30% del peso seco es bacteria muerta.
Sanctorius también inventó del
termómetro oral con su amigo Galileo.
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